Federacio Coordinadora
d´Entitats Culturals del Regne de Valencia
Seccio de Filologia
_________________________________________________________________________________
Al Director de la Real
Academia Española de la Lengua (RAE)
Ecmo. Sr. D. José Manuel
Blecua
C/. Felipe IV, 9
MADRID
RAZONES QUE JUSTIFICAN EL
CAMBIO DE DEFINICIÓN DE VALENCIANO EN
EL RAE POR OTRA QUE RECONOZCA SU
RANGO DE LENGUA[1]
1. Desde un punto de vista jurídico la única categoría oficial del
valenciano es la de “lengua” o “idioma”, de acuerdo con el Estatut d’Autonomia
de la Comunitat Valenciana de 1982, su reforma de 2006 y la Llei d’Us i
Ensenyança del Valencià de 1983.
Dice el artículo 6 del Estatut
d’Autonomia:
“I. La lengua propia de la
Comunitat Valenciana es el valenciano.
II. El idioma valenciano es el oficial en la
Comunitat Valenciana, al igual que lo es el castellano, que es el idioma
oficial del Estado. Todos tienen derecho a conocerlos y a usarlos y a recibir
la enseñanza del, y en, idioma valenciano.
III. La Generalitat garantizará el
uso normal y oficial de las dos lenguas y adoptará las medidas necesarias para
asegurar su conocimiento”.
En este sentido cabría recordar que
el propio Estatut d’Autonomia de la Comunitat Valenciana fue redactado
siguiendo las normas de la Real Academia de Cultura Valenciana, el organismo de
titularidad pública que ha asumido la normativización autónoma e independiente
de la lengua valenciana.
2. La consideración
legal del valenciano como lengua responde a la conciencia lingüística y no
dialectal manifestada por los autores valencianos a lo largo de toda la
historia, según queda de manifiesto en El
crit de la llengua,[2] un compendio histórico de cerca de
quinientas páginas de la denominación “lengua valenciana”, en ocasiones opuesta
explícitamente a la catalana, entre los escritores valencianos. En sentido
contrario, quienes defienden que el valenciano es un dialecto del catalán tan
solo han podido argüir un puñado de casos dudosos de aplicación del gentilicio
catalán al habla de los valencianos. Estos testimonios desviantes,
cuantitativamente insignificantes, en los que se denomina catalán a la lengua
de los valencianos, bien son casos anfibológicos, bien esconden una evidente
motivación política o bien son manifestaciones correspondientes a ciudadanos no
valencianos.
3. La
atribución del rango de lengua al valenciano por parte del Estatut d’Autonomia representa la cristalización legal de la
conciencia lingüística autónoma no dialectal de los valencianohablantes. Baste
señalar que en las encuestas del ALPI todos los encuestados del dominio
lingüístico valenciano manifestaron que hablaban el valenciano, expresión unánime
de una conciencia lingüística independiente. La doctora Antje Voss explica en
su obra Das Valencianische zwischen
Autonomie und Assimilation[3]
cómo decidió consagrar su tesis doctoral al análisis de la categoría lingüística
del valenciano a raíz de una estancia en la Comunitat Valenciana en la que
comprobó sorprendida que los valencianos afirmaban hablar valenciano y no
catalán. Esta conciencia lingüística ha llegado a ser reconocida por la propia
élite cultural que defiende la subordinación del valenciano al catalán. Dice Ll.
Revest: “La denominación lengua valenciana o valenciano vive exclusivamente por
toda la extensión de las tierras donde se habla esa lengua dentro de nuestro
Reino, cuyos hijos, quitando muy pocas excepciones, bien que se admiran si les
dijeran que hablan catalán”.[4]
4.-El
valenciano es desde el siglo XV y hasta las últimas décadas del siglo XVII, un
idioma sujeto a una activa evolución, la cual desemboca, no en la modificación
aislada de ciertos aspectos de la lengua, sino en una estructura coherente que
la dota de un carácter orgánico, resultado de un conjunto de transformaciones armónicas
relacionadas entre sí. Dicha evolución afecta
tanto al valenciano literario, como al coloquial y administrativo[5].
Es esta razón de historia interna de la lengua y no solo el esplendor social y
cultural del Reino de Valencia en el siglo XV la que explica la conciencia
lingüística autónoma de los valencianohablantes en general, y en particular de
los escritores clásicos, al calificar la lengua de sus obras literarias como valenciana.
Esta transformación diacrónica otorga al valenciano un espacio propio y
definido en el conjunto de las lenguas románicas. Se ha discutido mucho sobre
la filiación lingüística del catalán y su consideración como lengua puente
entre las lenguas galorrománicas y las iberorrománicas. Últimamente Blasco
Ferrer ha insistido en la caracterización del catalán como lengua de transición
entre ambos grupos lingüísticos, aunque matizando que comparte más
características con el galorrománico. En realidad, la condición de lengua
puente conviene más propiamente a la valenciana, cuya caracterización
lingüística es pieza clave para entender la transición entre el grupo galorrománico
y el iberorrománico. La adopción por parte del valenciano de soluciones como el
empleo de la preposición en con valor
locativo, la distribución paralela a la del castellano de los verbos ser/estar, la conservación del artículo
neutro lo, el sistema deíctico de
tres grados (ací-ahí-allí; este- eixe,
aquell) o la generalización de la preposición a ante OD de persona, rasgos consolidados tras una larga lucha de
más de dos siglos con las correspondientes soluciones galorrománicas (preposición
a con valor locativo, confusión ser/estar, inexistencia del artículo
neutro, sistema deíctico de dos grados, ausencia de la marca de concordancia
objetiva a ante el objeto directo
animado, etc.), conforman un conjunto de evoluciones conexas y coherentes que
le otorgan una fisonomía propia y definida de lengua de transición, al convivir
con otros rasgos más propiamente galorrománicos como el pronombre neutro ho o la perífrasis verbal vaig + infinitivo con valor del pasado.
Esta condición de lengua puente queda claramente de manifiesto a través de
ciertas particularidades como el funcionamiento de los pronombres adverbiales en, hi. En valenciano el pronombre ne/en sustituye a los complementos de
origen de los verbos de movimientos (me’n
vaig=d’ací) y a los complementos de objeto directo indeterminados (¿quantes ne vols?=de pomes), pero tiene
un uso más restringido que en francés y catalán, pues actualmente no reemplaza
una determinación de lugar con carácter general, de modo que no decimos entraven a les nou i n’eixien a les deu, sino
entraven a les nou i eixien a les deu.
En cuanto al pronombre hi, su uso en
valenciano moderno está muy restringido y se circunscribe al verbo haver (hi ha, hi havia, hi haurà...) y a
ciertos usos lexicalizados (no m´hi veig;
no s´hi troba, ¡esta-t’hi quet!). Este empleo, mucho más restrictivo que el
del catalán o el francés es, aún así, más amplio que en castellano. Lo mismo
puede decirse de la preposición a ante
OD de persona. Frente a las lenguas galorrománicas, el valenciano marca
sistemáticamente la concordancia objetiva con el verbo mediante la preposición a. Sin embargo, prescinde de ella cuando
el OD, aún siendo animado, presenta un semantismo poco activo, con lo que se
aparta al mismo tiempo del catalán y del castellano: He vist ton pare. Esta falta de concordancia se ve favorecida por
la presencia de un posesivo átono en el objeto directo.
La evolución diacrónica propia del valenciano
durante los siglos XV-XVII es un proceso que lo aleja del catalán y del
occitano, al tiempo que lo dota de un sistema estable y coherente separado del
castellano. No es extraño que cuando el catalán Joan Bonllabi publique en 1521 su
traducción del Blanquerna de Ramon
Llull a la “llengua valenciana” lleve a cabo un proceso de actualización y
modernización lingüística, evitando los
provenzalismos arcaicos, característicos
del lenguaje escrito de los siglos anteriores.
Tampoco desde el punto de vista literario puede
justificarse una subordinación del valenciano al catalán. Por una parte, es
cierto que el valenciano forma junto con el catalán un espacio cultural y literario
con grandes rasgos en común. Conviene hacer sin embargo, algunas matizaciones.
En primer lugar, no debe desgajarse de dicho marco la literatura occitana, cuya
influencia en los poetas medievales es más que evidente, incluyendo al propio
Ausias March. En segundo lugar, el modelo lingüístico culto y de referencia en
dicho ámbito lo constituye el valenciano, hecho patente, por ejemplo, en el uso
de los plurales valencianos femeninos en -es.
Finalmente, el valenciano posee una tradición literaria esplendorosa con
autores como Ausias March, Joanot Martorell, Jordi de Sant Jordi, Sor Isabel de
Villena, Roiç de Corella, Jaume Roig, Narcís Vinyoles, Bernat Fenollar y un
larguísimo etcétera, con cimas que no ha llegado a alcanzar la catalana en toda
su historia, motivo por el cual el catalán ha intentado absorber con mayor
ahínco la lengua valenciana. Dice a este propósito R.
Miquel i Planas: “Visto
el caso desde Catalunya, no hay ninguna duda de que, cuanto más los valencianos
extremen las pretensiones a la autonomía de su variedad idiomática frente al
catalán, mayor necesidad hay por parte nuestra de reivindicar la unidad
lingüística (…). Sobre todo respecto de Valencia, nuestro interés crece al
considerar la preponderancia que alcanzó la escuela poética valenciana en el
siglo XV. Privar a Catalunya y a su literatura del aporte que representa la
producción de las letras valencianas de aquella época y hasta bien entrado el
siglo XVI sería dejar nuestra historia literaria justo en el centro de su
crecimiento y ufanía; más aún, sería arrancar de la Literatura Catalana
la Poesía casi
por entero”.[6]
5.-La
consideración del valenciano como lengua autónoma y la adopción del estándar
independiente promovido por la RACV, que la dota de todos los instrumentos para
su uso culto (gramáticas, diccionarios, corrector informático, flexión verbal, tratados
de rima, libros de refranes y paremias, suplementos de topónimos, abreviaturas
y vocabularios técnicos especializados, etc.) constituye un requisito
indispensable para la recuperación de la lengua y la extensión ineludible de su
uso social. Ponsoda y Segura[7]
reconocen que la asimilación del estándar catalán impuesto en la Comunitat
Valenciana es más profunda entre los castellanohablantes que entre los propios
valencianohablantes, prueba inequívoca de la falta de identificación de los
valencianos con la mixtura valenciano-catalana impuesta en la Comunitat
Valenciana. El mismo estudio pone de manifiesto un significativo rechazo por
parte de la población valenciana, principalmente de la femenina, respecto a un
estándar catalán con el que no se siente identificada. Redon[8]
remarca la necesidad de un estándar
propiamente valenciano que favorezca la identificación afectiva con el mismo,
su aceptación y, como consecuencia, la extensión de su uso social. Son comunes
los casos de matrimonios mixtos en los que el cónyuge castellanohablante supera
los exámenes de la Junta Qualificadora de Valencià, que sigue el estándar ajeno
catalán, y el valencianohablante los suspende. Es un hecho incontestable que
los niños valencianohablantes en cuanto salen de clase continúan hablando en un
modelo de lengua valenciana muy lejana de los modelos artificiales catalanes que
les han impuesto durante la jornada escolar. De este modo, tan solo se favorece
un divorcio entre el valenciano coloquial y el culto, dificultando la
superación de la diglosia.
La situación se ve
agravada por el hecho de que el estándar catalán diseñado para la Comunitat
Valenciana responde a un modelo unitarista orientado a suplantar el léxico y
las formas patrimoniales valencianas por las catalanas. Así, por ejemplo, en
sustitución del castellanismo fresa no
se propone la forma patrimonial valenciana fraula,
sino la catalana maduixa. Igualmente, se promueve el uso de las formas
arcaicas reforzadas de los demostrativos aquest,
aqueix en lugar de las formas patrimoniales est i eix, más cercanas al latín, y reflejo del influjo humanista
en la lengua valenciana del siglo XV. Tratar de imponer los demostrativos
reforzados, olvidados por el castellano hace siglos es tan abusrdo como si se
pretendiera imponer en el castellano la forma aqueste. Otro ejemplo bien claro lo constituye la imposición del
topónimo València escrito con e abierta, de acuerdo con la
pronunciación barcelonina, en lugar de con e
cerrada como se pronuncia en todo el Reino de Valencia.
Más preocupante aún
es el hecho de que dicha línea de estandarización asimilacionista es la única
posible para quienes pretenden la anexión del valenciano al catalán. Estos
autores no pueden aceptar otro estándar más respetuoso con el valenciano, pues,
a causa de la conciencia lingüística autónoma valenciana, ello cristalizaría
inevitablemente en el modelo propio e independiente valenciano promovido por la
RACV que pretenden evitar a toda costa. La implantación del estándar catalán en
la Comunitat Valenciana habría requerido una codificación pluricéntrica,
semejante a la del portugués peninsular y el atlántico, pero permitir la
adopción de dicho modelo habría dejado abierta la posibilidad de un estándar
independiente,[9]
motivo por el que se ha impuesto una codificación monocéntrica desde Barcelona
dirigida a anular las diferencias del valenciano con el catalán para su
absorción. Dice Polanco:[10] “Al margen de una bella
f´romula que satisfacía los reparos regionales, la misma propuesta normativa de
Sanchis Guarner -y la de los otros lingüistas que se han pronunciado o de los
gramáticos que han colaborado en la codificación- hubo de limitarse a asumir
plenamente las soluciones del catalán literario en aquello en lo que ambas
variantes, valenciana y catalana, no son verdaderamente compatibles y, por
tanto, a fijar tan solo la morfología y recomendar una pronunciación y un uso
preferente de los lexemas regionales. Los años ganados por Cataluña impedían
las veleidades de una codificación total desde el País Valenciano,
prescindiendo de lo que ya era moneda corriente más álla del Ebro, si no se
quería correr el riesgo de una normativización independiente, de una
secesión idiomática”.
Las concesiones iniciales a las formas patrimoniales valencianas,
necesarias para suavizar el rechazo a la imposición del catalán en Valencia,
han ido desapareciendo en favor de un estándar cada vez más orientado a la
asimilación y suplantación del valenciano por parte del catalán.
Pero la recuperación social del valenciano requiere un
estándar autónomo e independiente, acorde con la conciencia lingüística
valenciana. De
hecho, a pesar de la imposición de la normativa catalana en las escuelas, el
estándar independiente de la RACV es todavía utilizado por instituciones
públicas y privadas, e incluso por profesores universitarios al impartir sus
clases en valenciano. En dicha normativa está publicada, por ejemplo, la
traducción al valenciano del Nuevo Testamento, aprobada por la Conferencia
Episcopal Española. Y según el recuento realizado por Pau Giner en 2006[11]
partiendo de los datos oficiales del Ministerio de Cultura, del total de los
5679 títulos inscritos entre 1979 y 2005 con ISBN valenciano, el 15% (858)
fueron publicados en normas de la RACV. Si descontamos del total los libros de texto, unos 2.300, cuya
normativa viene impuesta por la administración, la normativa de la RACV habría sido elegida en
el 34% de las obras. Sin duda, la
normativa independiente valenciana tendría una gran aceptación si se difundiera
y promocionara, en cuyo caso la identificación de los valencianohablantes con
ella contriburía sin duda a recuperar el uso social de la lengua. Prueba de
ello es la gran manifestación celebrada en Valencia en junio de 1997 reclamando
la oficialización de la normativa de la RACV en la que participaron entre
70.000 ciudadanos, según fuentes de la policía, y 500.000, según las entidades
convocantes.
6.-A la hora de delimitar
las nociones de lengua y dialecto los criterios de lingüística interna tales como
el método dialectométrico o la mutua inteligibilidad se han revelado no solo
ineficaces, sino metodológicamente incorrectos. A propósito del criterio de la
intercomprensión, Hudson[12] ha
señalado que la naturaleza intransitiva del criterio de inteligibilidad resulta
incompatible con la relación transitiva que se establece entre diferentes
variedades lingüísticas relacionadas. J. P. Rona[13] ha
ejemplificado esta situación a propósito del continuo dialectal entre
Montevideo y Porto Alegre, cuyo análisis le lleva a afirmar que la única manera
de establecer el límite entre el español y el portugués dentro de dicho esapcio
es sociolingüística: encontraremos la frontera entre ambas lenguas, dice, en el
punto donde los hablantes de una localidad imiten el modelo del español en
registros formales, y los de la contigua empleen el portugués.
Cuando intentamos determinar si el valenciano es una
lengua o un dialecto estamos estudiando la categoría y el uso social de dicha
variedad lingüística o, en palabras de López Morales, su funcionamiento como
entidad social. En este caso, la relación entre lengua y comunidad describe la
lengua en su aspecto social: lo que interesa no es su sistema interno, sino sus
usos y funciones como hecho comunitario. Así pues, la delimitación entre lengua
y dialecto debe establecerse desde criterios externos a la estructura de la lengua,
como los fijados por Stewart al definir los tipos de variedades lingüísticas conforme
a cuatro autributos (estandarización,
autonomía, historicidad y vitalidad). De
entre estos rasgos, es la autonomía el que permite caracterizar una variedad
como lengua. Según hemos visto, la percepción autónoma de la variedad valecniana por parte
de sus hablantes es un hecho fundamentado legal, histórica, estructural y
socialmente y, por tanto, su única consideración posible es la de lengua. Esta
percepción autónoma encuentra su expresión en el estándar normativo de la RACV,
entidad que la ha dotado, entre otros instrumentos, de gramática, diccionario,
estándar oral y corrector informático propios. El caso de las lenguas valenciana y catalana es perfectamente comparable
al del gallego y el portugués. La pertenencia de diferentes lenguas a continuos
dialectales interrelacionados, que pueden presentar una serie de elementos
genéticos comunes, mutua inteligibilidad o rasgos lingüísticos afines, no
impide que cada lengua siga su propio curso en la codificación y normalización
lingüística como muestra de una legítima personalidad privativa de cada
comunidad idiomática, íntimamente ligada a la conciencia de la propia identidad
diferenciada. Es lo que sucede, dentro de la propia Europa, no solo con el
gallego respecto del portugués, sino también entre el checo y el eslovaco, el
serbio y el croata o, en otro nivel, en el continuo dialectal entre el bajo
alemán y el neerlandés.[14]
Todo
ello sin prejuicio de señalar que la pretendida inteligibilidad del catalán por
parte de los valencianohablantes es matizable. Respecto de las variedades
orientales catalanas la inteligibilidad
por parte de los hablantes monolingües valencianos de generaciones anteriores
resultaba, como mínimo, problemática.
7.-Respecto del origen de la lengua valenciana, los estudios de Leopoldo
Peñarroja Torrejón han demostrado la convergencia del romance valenciano anterior
a la conquista de Jaume I con el valenciano del siglo XIII, por lo que no puede
hablarse en rigor de una suplantación de lenguas. La importancia del libro El
mozárabe de Valencia[15]
trasciende el ámbito valenciano y propone una serie de soluciones
metodológicas como el doble tratamiento árabe-fosilizador vs. romance-innovador
de los diptongos latinos AI o AU o el análisis de la onomástica peninsular a
través de las fuentes árabes que abren nuevos caminos en el campo de la
dialectología histórica, hasta el punto de que haberse convertido en punto de
referencia capital en las publicaciones sobre dialectología mozárabe (cf. por
ejemplo, Thomas Glick[16],
M. Banniard,[17]
J. Lipski,[18]
Ríos Camacho[19]...). Una deficiente crítica de fuentes por parte
de estudiosos anteriores como Sanchis Guarner había determinado una
caracterización errónea del valenciano prejaimino presentándola como una lengua
arcaica que mantenía los diptongos AI, AU latinos (Bocairent, Moraira),
diptongaba la O breve latina (Pedruelo, Fuexca) y no palatalizaba la L-
(Liriet, Losa). El análisis de Peñarroja
ha desmentido estos rasgos, aportando un corpus documental muy superior al
empleado en estudios anteriores y
explicando todos estos ejemplos de Guarner o Galmés de Fuentes hasta llegar,
entre otras, a las siguientes conclusiones sobre el mozárabe valenciano:
-era
una lengua moderna que reducía los diptongos latinos, según muestra
innumerables ejemplos (Petrer,
Pedreguer, Canterer, Ferrer; Morella, la Llosa, etc.) Los ejemplos sin
reducción no representan la fonética propia romance, sino el tratamiento árabe
de estas voces.
-no
conocía la diptongación de E, O breves latinas (Serra, Morella, Alpont,
Abinhorta...). Los dos ejemplos argüidos en contra no tienen validez. El
topónimo Fuexca no existe, es una lectura errónea del vocablo de origen árabe
Sueca. El apellido Pedruelo recogido en el Llibre del Repartiment no
representa la pronunciación valenciana, sino que es una acomodación fonética del
escriba aragonés encargado del registro 7, el cual hizo diptongar motu proprio muchos
apellidos de caballeros catalanes.
La
interpretación del valenciano como dialecto constitutivo, no consecutivo, del latín es la única que ha
sido capaz de dar cuenta de la fisonomía peculiar del valenciano respecto del
aragonés y del catalán oriental y occidental. Las demás hipótesis relativas a
la formación del valenciano (Sanchis Guarner, Badia Margarit) que intentan
explicarlo como resultado de la colonización posterior a la reconquista topan
con el nudo indisoluble de la acción del sustrato, pues no se puede explicar
las características del valenciano del siglo XIII por una acción sustratística
del mozárabe si, como sostiene Guarner, ese mozárabe era arcaico y divergente
del mozárabe medieval y si faltaba, como asegura, una base poblacional que
hubiera transmitido ese romance, pues según sus teorías, la población mozárabe
se habría extinguido y la musulmana sería monolingüe árabe.[20]
La sugestiva hipótesis de E. Alarcos Llorach sobre la nivelación de sustratos
deja igualmente sin explicar muchos rasgos del consonantismo valenciano como el
mantenimiento de la -R final o el resultado valenciano del sufijo -ITIA>ea
(MALITIA>malea). El propio Germà Colón afirmaba en 1953 que la posible interconexión
de sustrato prerromano entre Lérida, Tortosa y Valencia explicaría “las
características y tendencias que debió
tener el romance valentino precatalán, sensiblemente idéntico al catalán
occidental, y que se mantendrá y fusionará con éste al llegar la Reconquista
para constituirse en habla actual catalán del Reino de Valencia, tan llena de
características peculiares y específicas”.[21]
Colón hacía hincapié también en la inviabilidad de una imposición unilateral de
la lengua de la Baja Cataluña tras la conquista de Jaume I y en la vitalidad del
habla valenciana prejaimina (“es sabido que la lengua de aquellos moros que
quedaron en Valencia no era ya el árabe, sino un habla neolatina, y es evidente
que ese romance no pudo inmediatamente ser suplantado, y menos aún por una
colonización tan poco intensa. Resulta, pues, casi inverosímil aceptar esa
rápida asimilación de la lengua catalana condicionada sólo por el hecho de la
Reconquista si a su lado no existen determinantes más categóricos)”.
Actualmente Colón sostiene una postura radicalmente opuesta (“Eso del mozárabe
es un puro invento”) sin haber explicado hasta el momento su cambio de postura
ni haber rebatido sus argumentaciones anteriores.
Por
otro lado, las alusiones a la pervivencia de las comunidades mozárabes
valencianas durante la época de la dominación árabe y hasta el propio momento
de la Reconquista cristiana son recurrentes en las fuentes árabes y cristianas.[22]
Citaremos por su especial relevancia y la autenticidad irreprochable que se
deriva de su análisis histórico, la carta del abad Hermann de San Martín de
Torunai a Dom Anselmo, abad del monasterio de Laón en el año 1143, carta que
figura en un códice hagiográfico del siglo XII conservado en la Bilbioteca Real
de Bruselas[23].
En ella Hermann refiere la conversación que mantuvo con dos monjes del
monasterio valenciano de Sant Vicent, los cuales le informaron de cómo llegar
al sepulcro de San Vicente Mártir para venerarlo. Queda claro en la carta que
vivían en el monasterio valenciano unos cuarenta monjes que se regían por la regla
benedictina. Además, el pleito jurisdiccional entre el arzobispado de Toledo y
el de Tarragona por la diócesis valentina editado por Vicente Castell Maiques
deja testimonio inequívoco de la existencia de un territorio eclesiástico
valenciano previo a la conquista, probado por las alusiones en dicho proceso a un
obispo y a una diócesis valenciana dependiente de Toledo, desde al menos 40 o
50 años antes de la conquista; asimismo muestra la existencia de un grupo
social de cristianos, individualizados y definidos como propiamente valencianos
frente a los conquistadores en el proceso, en el que se inquiere el testimonio
cristiano de aquellos “qui erant de Regno Aragoniae et illi de Valentiae”.
Finalmente,
es hecho patente que la supuesta muralla de la lengua entre conquistadores
cristianos y musulmanes postulada por autores como R. I. Burns no se sostiene.[24]
La propia Crónica de Jaume I da testimonio de diversos casos de musulmanes que
hablaban romance (“E quan se fo banyat, envià messatge a Don Pelegrí, un sarraí
que sabia nostre llatí que la febre l’avia prés e que no podia anar”). Los
moros latinados que aparecen reiteradamente en la Crónica no pueden
considerarse ejemplares únicos, sino sintomáticos de una situación bilingüe del
territorio valenciano.[25]
Esta situación perdura traspasada la frontera de la conquista, con innumerables
testimonios de intercomprensión entre musulmanes y cristianos. Un ejemplo de
los muchos que figuran en el Llibre de Cort de Justicia de Cocentaina: “Aben
Xayhan , moro, comparech denant la justicia e dix e denuncia a el que
Berthomeu, fil de na Saragosa, avia furtada sa filla. E dix-li: ‘No demanatz
per ma filla! ¡Si el rey ven en la terra, yo me´n clamaré a ell”. De un proceso
per homicidio entre musulmanes de la huerta alicantina (1315) se trasluce la
plena competencia románica de los mudéjares del sur valenciano. Fátima, madre
de M. Abotiz, declara que su hijo volvió a casa “quan les estrelles eren al
cel”. Abotix, hermano de Mohamed, reconoce haber vuelto a casa a la hora “de
lums encesos i hora de achama, qui es hora de la campana”. Mohamed declara haberle
dicho a Sancho de Ayora: “vet ali un home mort, ab una gonella vermella”.[26] Los ejemplos son recurrentes y no se aprecia
ninguna muralla lingüística entre moros y cristianos, ni la intervención de
ningún traductor o torcimany, cuya presencia, cuando se da, se consigna
cuidadosamente en los procesos judiciales. Esta situación de inteligibilidad
continúa entre los mudéjares a lo largo del tiempo. La documentación no apoya
la tesis sostenida por Joan Fuster o C. Barceló de que los moriscos valencianos
eran monolingües árabes. Un ejemplo: los datos de E. Císcar Pallarés muestran
que de un total de 791 varones musulmanes adultos implicados en procesos
administrativos y judiciales, solo un 2,5% necesita testificar por mediación de
un intérprete, frente a un 97,5% que no lo requiere. La correlación se mantiene
en épocas sucesivas hasta el punto de que afirma Císcar: “el conocimiento de la
algemia entre los moriscos es tan importante que no se puede aceptar ni
asumir, para la Valldigna, esa excepcionalidad con que J. Fuster describió la
situación general del Reino de Valencia hace años y que han citado, seguido y
aceptado prácticamente todos los autores posteriores”.[27]
8.-A
modo de conclusión recogemos, traducida al castellano, la parte final del manifiesto
emitido por la Seccio de Llengua i Lliteratura de la Real Academia de Cultura
Valenciana con motivo de la polémica originada en Valencia a propósito de la
definición de valenciano que figura en la edición actual del diccionario
de la RAE:
« La
RACV no puede sino considerar que la lengua valenciana es un idioma propio,
independiente y diferenciado de cualquier otra lengua románica, y obrar en
consecuencia. Desde la publicación en 1915 de la Gramàtica Elemental del padre Fullana hasta la aparición del Diccionari
General de la Llengua Valenciana en 2010, pasando por el
acuerdo ortográfico de 1979 (declarado oficial por el Consell preautonómico y
usado en las primeras clases de valenciano en nuestras escuelas), la RACV, a
través de su Secció de Llengua es históricamente la institución encargada del
estudio y promoción de la lengua y la literatura valencianas, así como de su
normativización, aplicando criterios científicos a la realidad lingüística valenciana.
Dentro de estos trabajos, esta Secció aprobó en 2009 un informe titulado Valencianismes: propostes a la Real Academia
Española. En él, entre
otras cuestiones, se proponen enmiendas en el tratamiento o definición de
valencianismos, así como nuevas acepciones para términos ya aceptados por la
RAE (...). Entre estas propuestas destacaba la recuperación de la definición de
valenciano que la RAE aprobó en 1959, según consta en el Boletín de la RAE,
tomo 39, cuaderno 158, septiembre-diciembre de 1959, pág. 494, donde dice así:
“Y
no está exenta de alcance político la rectificación que se ha hecho en las definiciones
del catalán, valenciano, mallorquín y balear con el fin de ajustarlas a la lingüística
moderna, dando de paso espontánea satisfacción a los naturales de las respectivas
regiones. Del valenciano, por ejemplo, se decía: ‘dialecto de los valencianos’.
Ahora se le reconoce la categoría de
lengua y se añade que es la hablada ‘en la mayor parte del antiguo reino de
Valencia’; y la nueva definición de catalán pondrá término a las
consultas que recibo un día sí y otro no para que se diga si es lengua o
dialecto”.
Curiosamente, la edición del
diccionario de la RAE de 1970 -once años más tarde del acuerdo académico- definió el valenciano como “variedad del catalán,
que se usa en gran parte del reino de Valencia”, pero nadie ha explicado hasta
la fecha cuándo, quién y cómo acordó la RAE este cambio. Proponemos, por tanto,
recuperar la definición aprobada por la RAE en 1959 o solucionar la cuestión de
una manera sencilla como se hace con el término “gallego”: “gallego, m. Lengua de los gallegos”. La propuesta, en caso de que no se
quisiera recuperar la definición académica de 1959 sería: valenciano, m. Lengua de los valencianos».
Valencia, 22 de Julio de 2013
Coordinadora d’Entitats Culturals del Regne de Valencia
Seccio de Filologia
[1] En consideración a la RAE,
el texto y todas las citas incluidas en él están traducidas al castellano.
[2] Alminyana Vallés, Josep, El crit de la llengua, Valencia, Diputació
de Valencia, 20063.
[3] Voss, Antje, Das Valencianische zwische Autonomie und
Assimilation, Peter Lang, p. 13.
[4] Apud López Verdejo, V., La
filosofia llingüistica de Carles Salvador, Lluïs Revest i Josep Giner, Valencia,
Real Académia de Cultura Valenciana, 2001, p. 45.
[5] Peñarroja Torrejón, L.,
“Sintaxis i lexic en el Tirant lo Blanch”,
Literatura Valenciana del segle XV.
Joanot Martorell i Sor Isabel de Villena, Valencia, Consell Valencià de
Cultura, 1991, p. 65.
[6] López Verdejo, V., op. cit., p. 47.
[7] Ponsoda, Joan J., y
Segura, Carles, “Una alternativa tripartida: la varietat tradicional, la
varietat estàndard catalana o la varietata estàndard espanyola”, Caplletra, 21 (1996), Valencia,
Universitat de Valencia, pp. 47-93.
[8] Redon, A., “Una experiencia
de billingüisme educatiu: Valencia 1982-2002”, Revista de Filologia Valenciana, 10 (2003), pp. 143-166.
[9] Polanco Roig, LL. B., “La
normativa al País Valencià. Problemàtica i perspectives, Problemàtica de la normativa del català (Actes de les primeres jornades
d’estudi de la llengua normativa), Barcelona, PAM, p. 123.
[10] Op. cit.
[11] La normativa pròpia valenciana. Estudi retrospectiu.
[12] Hudson, R. A., Sociolinguistics, Cambridge University
Press, 1980, pp. 35-36.
[13] Rona, J. P. , “The social
dimension of Dialectology”, Linguistics 117
(1976), Berlín-NY, Mouton de Gruyter,
pp. 7-21.
[14] Secció de Llengua i
Lliteratura de la RACV, Manifest 4 de juliol de 2013.
[15] Peñarroja Torrejón, L., El mozárabe de Valencia, Madrid, Gredos,
1990.
[16] Glick, Th. , Transformaciones de las estructuras agrarias
de la sociedad valecniana en ,la época medieval, pp. 203-224.
[17] Banniard, M. (ed), Sociolinguistique
diachronique romane, Annuaire – EPHE,
SHP — 141e année (2008-2009),
p. 162.
[18] Lipski, J., “La lingüística románica en los Estados
Unidos: logors principales del último siglo”,p. 18.
[19] Ríos Camacho, Xosé C., Mozarabismo en la Gallaecia Altomedieval.
Estudios generales y análisis desde sus fuentes medievales monásticas (siglos
VIII, IX, X y XI), Tesis Doctoral, 2009, Unversidad de Murcia, pp. XXIII,
1, 188, 195, 220, 225, 233, 566.
[20] Peñarroja Torrejón, L.,
“La qüestio valenciana. Mig segle de Filologia (1960-2012), prólogo a ¿Valenciano o catalán?, RACV, Valencia,
20132.
[21] Colón, G., “El
valenciano”, Actas VII CILR, vol. I,
pp. 139-140.
[22] Peñarroja Torrejón, L., Cristianismo Valenciano. De los orígenes al
siglo XIII, Valencia, Ajuntament de Valencia, 2007.
[23] BRB, códice 9119, folios
58r-58v-.
[24] Cf. Peñarroja Torrejón,
L., “La qüestio valenciana. Mig segle de Filologia (1960-2012), prólogo a ¿Valenciano o catalán?, RACV, Valencia,
20132.
[25] Ib.
[26] Ib.
[27] Ib.
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